Una serie basada en una novela escrita en el pasado, pero aparentemente
ambientada en el futuro, que en realidad habla de hoy. The Handmaid's Tale es una confluencia inquietante de tiempos
verbales. También es la serie del año, una historia que por momentos se torna
difícil de ver, pero imposible de ignorar.
La historia gira en torno a Offred (Elisabeth Moss), que es una de las
pocas mujeres fértiles que quedan en la recientemente inaugurada nación de
Gilead, un país gobernado por una teocracia atroz donde la tasa de natalidad es
casi nula y las mujeres fueron “por el bien de la humanidad” despojadas de todos
sus derechos. Offred, que literalmente significa “De Fred”, sirve como criada
un Comandante de alto rango (Joseph Fiennes) y a su esposa (Yvonne Strahovski),
pero en el transcurso de la serie podemos verla recordar su antigua vida como
ciudadana estadounidense y principalmente como mujer libre antes del
surgimiento de este régimen. Y si bien June, como solía llamarse, a veces se
pierde en la añoranza de sus recuerdos, está determinada a no dejar que este
mundo cruel la aplaste.
La premisa de Handmaid’s es una trompada en la cara: una era en la que
los derechos humanos básicos se sienten más atacados que nunca. Y es gracias a
su showrunner Bruce Miller y a la directora Reed Morano que la historia adquiere
un poder majestuoso y hace que se nos meta debajo de la piel de una manera que
si bien es doloroso, también es genuino.
La dirección de Morano (a cargo de los primeros tres capítulos) crea un
estilo cinematográfico para la serie que la vuelve adictiva. Su capacidad para utilizar
momentos tranquilos de una manera que los hace gritar en la pantalla -la cámara
centrada en Offred, el fondo borroso, el soundtrack único- crea una seguidilla
de escenas profundas y poderosas que erizan la piel.
Donde The Handmaid's Tale cobra
vida, más allá de sus increíblemente narrados momentos de tensión infinita,
está en los detalles: Una biblia guardada bajo llave, soldados omnipresentes,
la araña que tuvieron que remover del cuarto de Offred para que no corriera la
misma suerte que su predecesora.
Y también, el hecho de que esta serie sea una obra maestra, recae sobre
los hombros de Elizabeth Moss. Si bien todos los actores juegan arriba en el
campo de juego, las demandas de su papel son enormes, dado lo mucho que tiene
que comunicarse en silencio sin revelar demasiado sobre lo que el personaje
realmente piensa. Afortunadamente, Elizabeth, ofrece una actuación tanto
gráfica como literal en su rostro segundo a segundo (en el Winter Press Tour de
la Television Critics Association, comentó que a veces Morano estaba tan cerca
de ella que cuando se inclinaba hacia adelante, golpeaba la cámara con su
cabeza). No tiene ningún lugar para escapar como intérprete, pero en ningún
momento muestra signos de temor al desafío. Por el contrario, ordena
completamente cada escena, cada emoción y cada pensamiento.
La novela, escrita por Margaret Atwood en los 80, es una narración en
primera persona desde el punto de vista de Offred, y el uso limpio y sobrio de
la voz en off de la serie rinde homenaje a su fuente. Por supuesto con
alteraciones en la historia, para expandir el mundo a este nuevo formato y
hacerlo más grande. La serie aprovecha su estructura más libre, no confinada al
punto de vista de Offred, para mejorar las otras historias que suceden a su alrededor:
rastrea personajes que de otro modo podrían haberse perdido y explora con más
detalle algunos de los factores que llevaron a la caída de Estados Unidos y al
surgimiento de Gilead.
Después de una etapa larguísima donde los dramas de televisión estaban enfocados exclusivamente en protagonistas masculinos y la doble moral estaba a la orden del día, los aires comienzan a renovarse con producciones que incluyen una visión de genero marcada y protagonistas mujeres que pisan fuerte, llevando a la ficción historias que hacen visible las problemáticas de la época. The handmaid's tale fue escrita hace 30 años, que suerte que su adaptación llegó cuando más la
necesitamos, para gritar sobre lo que está debajo de la superficie todos los
días, para hacernos sentir escuchadas. Las mujeres tenemos miedo. Y finalmente
tenemos un serie que expresa por qué es así.
Bendito sea el fruto.
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